22.3.06

Esperanzas

Qué fantasías las mías, ¿verdad hombre?
Que con tus fuertes y cansadas manos has recorrido hasta el último centímetro de mi erizada piel. Que has probado la centelleante emanación de placer que de mí brota.
Ése, sí, tu fulgor es el que me llena, el que, fugaz, atraviesa mi débil cuerpo.
Qué fantasías las mías, ¿verdad?
No imaginas la belleza que tus lágrimas esconden, siempre luminosas y perversas, esperando ser unidas al lugar al que pertenecen.
¡Qué fantasías las mías!
Pensando que volverás a recordarme y hacerte vibrar.
Nada como las fantasías, Adán, porque me mantienen viva.

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